Hoy he ido a hacer la compra al zoco, y esto es todo lo que he cogido: medio kilo de hummus, uno de berenjenas, medio de zanahorias, uno de ciruelas, otro de melocotones y otro más de pavías, dos kilos y medio de tomates, dos de patatas, medio de calabacín, un kilo de macarrones, seis huevos, una sopa de sobre y 350 gramos de queso fresco. ¿Sabéis lo que me ha costado todo? Pues nada más y nada menos que 7,3 euros. ¡¡Increible!!
Cada vez que voy al mercado -que no es otra cosa que una sucesión de tiendas y puestos más o menos improvisados sobre la acera-, alucino con este asunto. No porque lo de aquí me parezca que está tirado –que lo creo-, sino porque no me cabe en la cabeza qué coño es lo que hacemos en España para que uno vaya al supermercado con 40 euros, se los gaste entéricos y ni siquiera tenga comida para una semana.
Si no estoy equivocado, las cosas son así. Los agricultores españoles ganan bastante poco, los consumidores pagan un huevo y parte del otro para llenar el frigo y seguimos con subvenciones para el campo para proteger nuestro mercado de los llamados “países en desarrollo o del tercer mundo” que nos “amenazan” con sus precios baratos y falta de calidad. Para mí, vergonzoso.
Hace un año y medio leí que en España, el 80 por ciento de los productos alimenticios que se consumen en todo el país son distribuidos por seis compañías (véase El Corte Inglés, Carrefour y demás), de las cuales tres de ellas copan el 50% del mercado.
Así, cuando uno paga en el super dos euros y medio por un kilo de tomates insulsos o un euros y medio por un kilo de manzanas o peras insípidas (que vete tú a saber por qué aguantan en el frigo algo así como entre tres y cinco meses), debería preguntarse qué tipo de alimentación está llevando y a quién beneficia con ella.
Estas compañías juegan con nosotros y con los agricultores. Fijan precios, manejan la distribución y los stocks a su antojo, importan productos de todos los rincones del mundo con los consiguientes daños ecológicos y medioambientales que eso supone (como el derroche de combustible que hay que hacer para llevar estos productos a todos sus centros), favorecen los munocultivos en países llamados pobres y consumen una barbaridad de plástico y otros materiales en envoltorios que van dentro de envoltorios que están dentro de un plástico que va en una bolsa, todo para que nosotros podamos comer aguacates y mangos todo el año.
No creo que Siria sea el modelo a seguir ni mucho menos, pero sí que considero que tienen unas cuantas cosas buenas que nosotros hace tiempo que perdimos y que no estaría de más que recuperáramos para que las cosas fueran un poco mejor de cómo van hasta ahora.
Algo que a mí me parece fundamental es que aquí respetan las estaciones. Aquí se come comida de temporada, como cuando éramos pequeños. No tenemos el derecho de comer lo que queramos cuando queramos, por muy opulentos que seamos. Deberíamos respetar las estaciones, y comer productos de temporada, viviendo así mucho más acorde con la naturaleza y respetándola (aparte de evitar malos usos de la tierra que la dañan y hacen menos productiva).
Segundo, aquí pervive el trato entre el tendero y el cliente. Se habla con ellos, se pregunta precios, se toca, se huele y se prueba sin reparos, y si no te gusta, no compras. Esto sí que es algo que perdimos hace mucho. Hay que buscar medios alternativos a los supermercados y sus supuestas ofertas.
Ir a los mercadillos, a las tiendas de barrio, a las granjas y demás. Hay que quitar de nuestra vida diaria a ese intermediario (póngase el nombre del supermercado que se quiera) que sólo nos quita el dinero para darnos unos productos que cada vez tienen menos calidad.
En fin, que por todos los lados oímos hablar de crisis, cambio climático y demás, pero siempre como problemas tan complicados que en nada podemos influir. Esto no es así. Modificando un poco nuestro manera de consumir alimentos podemos ayudar a mejorar algo las cosas. En todas las ciudades hay proyectos. Jardines ecológicos, lecherías al por mayor, mercadillos, tiendas de barrio, etc. El que busca algo encuentra, y no estaría de más dejarnos de tanto “desarrollo” y volver un poco a los orígenes, que tampoco se estaba tan mal digo yo.
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