domingo, 28 de febrero de 2010

El “Tauyihi”

El “Tauyihi”, que suena a plato chino, es el nombre del examen que los estudiantes de Jordania tienen que hacer antes de entrar en la universidad, lo que para la gente de mi generación venía a ser la Selectividad.

Pues bien, se ve que para los pobres jordanos en edad escolar esto supone un auténtico quebradero de cabeza. Del resultado de este examen depende en gran medida su entrada en la universidad y su futuro, razón por la cual los pobres chavales se estresan hasta niveles dignos de bróker de bolsa neoyorkina.

Tanto es así, que el Gobierno de la nación hasta realiza campañas informativas en televisión en las que se dan consejos a los alumnos sobre cómo prepararse el examen y no morir en el intento. Pero la cosa no queda ahí, sino que también se emiten anuncios en los que se recomienda a las familias que tienen un hijo/a preparando el dichoso Tauyihi de cómo comportarse con ellos, qué facilidades deben darles, cómo animarles y apoyarles, cómo crear un buen ambiente de estudio en el hogar y demás. El Estado vela por ellos.

Este año, hará cosa de tres semanas, el Ministerio de Educación emitió los resultados de la prueba. Fue un viernes por la mañana (día festivo en Jordania) cuando éstos fueron publicados. Los que sacaron buenas notas corrieron a la calle a celebrarlo, y todo Ammán se llenó de coches llenos de jóvenes que hacían sonar el claxon, madres orgullosas que comentaban con otras no tan afortunadas que su hijo podía ser médico o ingeniero y hasta con algún grupillo de chavales que bailaban por las calles y tiraban petardos.

Pues bien, a la hora de comer, en las pantallas de los informativos jordanos se anunció que, debido a un error informático, los resultados que se habían emitido esa misma mañana no eran correctos. La decepción y la mala leche se apoderó de los amanitas, que veían cómo el sistema les privaba de aquello que horas antes estaban celebrando.

La cosa es que este error ha sido la leche de grande, y el ministerio tardó dos largas semanas en volver a publicar los resultados, esta vez correctos. Durante este tiempo, los estudiantes se han agolpado a las puertas del Ministerio de Educación, se habló del cese del ministro y una parte importante de la población ha sufrido de insomnio ante la falta de información sobre su futuro.

Finalmente se publicaron los resultados válidos, y ya cada uno sabe a qué atenerse. Mientras que algunos se quejan de tongo, otros tan contentos. Y es que tiene que ser muy jodido verte de médico un día y al otro pensar que solo pisarás el hospital si caes enfermo.

miércoles, 24 de febrero de 2010

"Terror. Terror. Terror"

"Terrorismo es una palabra que se ha convertido en una plaga de nuestro vocabulario, la excusa y la razón y el permiso moral para la violencia de Estado – nuestra violencia- , que ahora se usa en el inocente Oriente Próximo de un modo mucho más vergonzoso y promiscuo. Terrorismo, terrorismo, terrorismo. Se ha convertido en un punto, en un signo de puntuación, en una locución, en un discurso, en un sermón, la esencia de todo lo que debemos odiar para pasar por alto la injusticia y la ocupación y el asesinato a gran escala. Terror, terror, terror, terror. Es una sonata, una sinfonía, una gran orquesta que aparece en todas las televisiones y radios y comunicados de agencias de noticias, el culebrón del Diablo, servido en hora de máxima audiencia o destilado de forma tediosa y mendaz por los “comentaristas” de derechas de la Costa Este estadounidense o por The Jerusalem Post o por los intelectuales europeos. Golpe al terror. Victoria sobre el terror. Guerra contra el terror. Guerra eterna contra el terror. A lo largo de la historia, los soldados creían que estarían de vuelta en casa por Navidad. Hoy estamos luchando para siempre. La guerra es eterna. El enemigo es eterno, su cara cambia en nuestras pantallas. Primero vivía en El Cairo y lucía un mostacho y nacionalizó el Canal de Suez. Luego vivía en Trípoli y vestía un uniforme militar ridículo y ayudó al IRA y atentó contra bares estadounidenses en Berlín. Luego resultó que llevaba una túnica de imám musulmán y que comía yogur en Teherán y planeaba la revolución islámica. Luego vestía una túnica blanca y vivía en una cueva de Afganistán y luego lucía otro ridículo bigote y residía en una serie de palacios en Bagdad. Terror, terror, terror. Al final, llevaba un turbante kefia y un uniforme militar anticuado al estilo soviético, se llamaba Yasir Arafat y era el señor del terror mundial; luego pasó a ser un estadista y luego, de nuevo, un señor del terror, vinculado por sus enemigos israelíes al Master del terror de todos, aquel que vivía en una cueva de Afganistán".

ROBERT FISK, “LA GRAN GUERRA POR LA CIVILIZACIÓN”
EDICIONES DESTINO (Página 530)

viernes, 12 de febrero de 2010

Visitando castillos medievales.

Hace un par de semanas estuvimos de excursión visitando los castillos del desierto. Existen varios de ellos tanto en el norte del país como hacia el sur, vestigios de una época en la que los cristianos y musulmanes andaban a torta limpia (como han cambiado las cosas ¿verdad?) y las guerras se hacían a mano, no con videojuegos.

Vimos tres: uno del que quedaban apenas unos muros de pie y en el que había que imaginar más que otra cosa, otro que era bastante grande y que contenía cosas curiosas –como que las vigas y las puertas estaban hechas de piedra, que eran de color negro,…- ; y en otro que mantenía las murallas intactas pero a cuyo interior no pudimos acceder porque era tarde.

Es curioso observar estos castillos, en los que no podrían vivir más de 25-30 personas juntas –me río de las batallas de las pelis-, que están en medio del más puro desierto, con absolutamente nada en kilómetros a la redonda. Si bien es verdad de que no eran tontos y solían hacerlos cerca de humedales y caminos, no deja de ser interesante imaginarse la perra vida que tenían que llevar en esos muros, achicharrados durante el día y helados por la noche, sin otro paisaje que el marrón de la tierra y con no muchas alternativas de ocio a la vista.

El viaje se vio salpicado de otros episodios interesantes. Pudimos ver las gigantescas colas de camiones cisterna (más de 100) aparcados en espera de ser pesados y cargaditos de rico petróleo (o gasolina, es algo que no sabemos) de la aún más rica Arabia Saudí, país del que cada vez que conocemos más cosas menos ganas nos dan de visitarlo.

También pudimos retomar nuestra época más juvenil y deleitarnos sacándonos fotos por una autopista del desierto completamente vacía mientras corríamos con el culo al aire; vimos búfalos de agua en uno de los pocos humedales que existe en el país –y que justo la semana anterior había sufrido un incendio- y finalmente aprendimos cómo funcionan las cosas aquí si tienes un accidente de coche.

Después de que venga la policía y toda la historia para ver quién tiene la culpa –en este caso el otro coche fue el que nos pegó-, te enteras en la oficina del coche de alquiler que el del otro coche y los de la oficina han llegado a un acuerdo según el cual, como ninguno de los dos tenía seguro, el que tuvo la culpa paga la mitad y la otra nosotros, que para eso somos unos turistas pringaos. En fin, que tras la pelea llega la calma, y al final se van a comer el arreglo entre ellos, pero manda narices….

domingo, 7 de febrero de 2010

Taxistas de nuestro corazón




Las ciudades de Oriente Medio rebosan taxis. Tanto en Jordania como en Siria son amarillos, pero sabemos que en otros países de la zona cambian. De coches último modelo a carracas que uno no sabe cómo andan. No hay más que levantar el brazo al viento y uno de ellos parará presto a tu vera para llevarte.

Los hombres generalmente se sientan en el asiento del copiloto y las mujeres atrás. No se puede fumar y es obligatorio llevar el cinturón, pero ambas reglas suelen verse transgredidas sin aparentes problemas morales. Uno se monta y empieza la aventura taxistil del día.

Cliente: La paz sea contigo.

Taxista: Y contigo sea la paz.

C: ¿Qué tal?

T: Gracias a Dios, todo bien. ¿Y tú?

C: Gracias a Dios bien. A la plaza _____ por favor. (Después vas dando instrucciones, que aquí nadie se sabe el nombre de una calle y hay que ir “después del hotel, gira a… y pasas el banco…”)

T: Si dios quiere.

(….)

T: ¿ De dónde eres?, ¿italiano?

C: No, de España.

T: ¡España es muy bonita! ¿Madrid o Barcelona?

C: No, de Pamplona, una ciudad pequeña del norte.

T: ¿Pero Madrid o Barcelona?

C: Ah, del Barcelona, Barcelona.

T: Bienvenido, bienvenido.

C: Muchas gracias.

Y la cosa puede quedar ahí o continuar, dependiendo de las ganas de hablar de cada uno, de si me entienden o no. Si sigue, hablaremos de dónde es él (generalmente los taxistas en Ammán son casi todos palestinos), de si estoy casado o no, de qué hago aquí, si me gusta, qué he visitado y demás. Algo muy normalico.

Pero por el otro lado está el taxista ingenioso que te sale de vez en cuando. Está la versión ligera del “el taxímetro no funciona, se ha roto” o la del que directamente no pone la excusa y te dice que no se pone y punto, por sus huevos toreros. Los hay más ingeniosos, que convierten los céntimos en euros (y de 1,2 pasa a 12), y nos consta que algún incauto turista a picado, y por supuesto, los que se dan una vueltica de más para arañar algunas perricas.

Y ya luego están los que salen. De las mejores que he oído hasta ahora es la de “esta noche el gobierno ha cambiado la ley y ahora la bajada de bandera es el doble” (Victoria puede dar buena fe de ello); la de, tras preguntarle a dónde coño nos llevaba después de dar mil vueltas, nos dijo “a la plaza catorce no?”, cuando en Ammán solo existen hasta la número ocho; y los que, al ver una mujer extranjera en su asiento trasero, se envalentonan y piden desde el número de teléfono hasta que los acompañes a casa a echar un kiki rapidico, que el taxi tiene que seguir andando.

En fin, personajillos con los que uno tiene que pelear de vez en cuando, e incluso mentar a sus madres otras veces, pero que no dejan indiferente a nadie –los propios jordanos los ponen a parir-. Por lo menos practicamos el árabe, todo hay que decir.