miércoles, 28 de abril de 2010

El Cairo

Aquí van algunas pinceladas de nuestros primeros dos días por El Cairo.

Tras un viaje infernal, en el que una niña de unos dos años no paró de berrear hasta que cayó desfallecida por el esfuerzo que imprimía a su berrinche minutos antes de aterrizar, llegamos a una de las tres capitales por antonomasia del mundo árabe – junto con Damasco y la sufrida Bagdad-.

Con más de 15 millones de habitantes, la mayor ciudad de África es un torrente de humanidad. Sucia, caótica y ruidosa al tiempo que bella y espectacular. De primeras, la ciudad impresiona por su inmensidad.

Cairo recibe porrón y medio de visitantes cada año y eso se nota enseguida. Así, las zonas turísticas son eso, zonas para extranjeros. En ellas todo está cuidado, hay cientos de policías y los vendedores y demás egipcios que rondan por la zona saben hasta más de siete lenguas, incluidas joyas como “hola hola Pepsi Cola”, “un poquito de por favor” o “aquí más barato que en El Corte Inglés”. Pura fantasía que no tiene que ver con el resto de la ciudad.

Entre dichos lugares, destacan el Museo Egipcio, con sus momias que no vimos –la entrada a esa parte del museo, no incluida con la de la entrada, es más cara que la propia entrada al museo- y todas las jojoyas de Tutankamon, que murió con solo 19 años bien rodeado de sus cosicas. Asimismo, visitamos el barrio islámico (con la zona de tiendas exclusivas para turistas de Khan el Kalili), la ciudadela de la ciudad, con una mezquita en la cumbre que quita el hipo, el barrio de Downton y las orillas del Nilo.

Pero también vimos otras cosas. Zocos rebosantes de gente en las que había cientos de puestos de frutas y verduras –que la verdad que no tenían muy buena pinta-, pescados, montones de lana y cajas con patos y conejos juntos –incluido un pato que se estaba comiendo a un conejo a picotazos-; edificios preciosos a la par que ruinosos; andamios enormes hechos de madera; burros y carretas por doquier. Todo ello se encontraba entre autobuses, coches, motos, bicicletas, carros y todo aquellos que se pueda mover con ruedas.

Hablamos con unas niñas de lo más saladas, nos movimos en metro*, comimos kushari (el plato nacional egipcio), bebimos cerveza helada y visitamos la mezquita de Al Azhar, una de las más antiguas del Islám que fue sede de la universidad más antigua del mundo islámico (ahora la universidad se encuentra al lado pero en otro recinto, y en esa no nos dejaron entrar). Además, vimos la mayor cantidad de mujeres veladas con niqab (velo negro que solo deja a la vista los ojos) en casi año y medio por Oriente Medio.

Eso sí, si algo nos dejó alucinados, fueron las marcas de rezar que muchos de los hombres tenían en la cara. Era algo así como una verruga marrón gigante en el medio de la frente. Tras pensar que se podía tratar de una enfermedad local o algo así, recordamos un comentario que una vez nos hizo un amigo, que no era otro que en Egipto se veía a un montón de gente con las marca de rezar mucho en la cara. Y hete que ahí lo teníamos. La verdad que impresiona, y no soy capaz de imaginar la de veces que uno tiene que apoyar la cabeza en el suelo para que le salga semejante Alien. Creemos que todo esto tiene su función de hacer ver al resto lo piadoso y devoto que es uno, y es que aquí muchas veces las apariencias cuentan más que nada.

En fin, que estos dos primeros días dieron para mucho, pero aún quedaba más. En la próxima las pirámides y el parque del amor.


*Nota: no puedo dejar de referirme a tres cosas que observamos en el metro. Una es que los vagones centrales son sólo para mujeres, mientras que el resto son mixtos (aunque predominaban los hombres). Otra es que en los asientos, que eran para cuatro, se sentaban entre cinco y seis personas, dependiendo de grosores. Y el último es que, cuando el metro llegaba a una estación y se abrían las puertas, la gente entraba y salía al mismo tiempo, con lo cual vivimos escenas de un salvajismo dignas de una melé de rugby. Di que al final nos divertía y todo (la gente, antes de abrir las puertas, se prepara para la minibatalla). En fin, “Metro de Madrid informa…”

miércoles, 21 de abril de 2010

El día del garbanzo

El viernes nos fuimos de excursión por el norte de Jordania, a Um Qais y al valle del Jordán. Vimos algunas ruinas, el Mar de Galilea y pasamos por un pantano donde la gente disfrutaba de picnic (eso sí, con la música habibi a toda máquina y no es que sea muy relajada…). Ahora todo está verde. Este año ha llovido mucho más que los años anteriores y la naturaleza ha sabido aprovecharlo, así que se nos llenaron los ojos de verde y de agua, cosa que por aquí es atípica. Normalmente, están marrones arenosos.

La cuestión es que, una que es muy silvestre, se lo pasó pipa con todos los animalillos y montes que recorrió. Para empezar, decidimos bautizar la jornada como el “día del garbanzo” porque ahora que están tiernos los vendían como aperitivo, así que cada 100 metros (y a veces menos) había un puesto en la carretera con matas de este manjar. Y, por supuesto, los coches parados comprándolos. Luego, íbamos encontrando las vainas por allí por donde pasábamos. Pero bueno, por lo menos esto es “biodegradable”…

Aquellos que tienen pueblo o les gusta el campo, sabrán muy bien de lo que hablo. También vendían tomates, pepinos, lechugas, judías, frutos secos… Todo de la huerta muy sanito. Además, he de decir que, aunque sin controles alimenticios, me daba más confianza esta verdura rebosante de olor y sabor que la que compro en el supermercado (vete tú a saber ver con qué están tratados).

También estuvimos en un río con un rebaño de cabras guiadas por el pastor montado en burro y otra burrica preñada que parecía que iba a parir en cualquier momento. Lástima que no lo hiciera porque yo estaba dispuesta a echar mano donde se necesitara. Como de animales iba la cosa y por estos lares la ganadería es todavía bastante tradicional, tuvimos la oportunidad de ver otro rebaño, esta vez de ovejas.

Y es que, de repente, nos encontramos una manada con todas las ovejas ordenadas y tuvimos que parar el coche para curiosear. Al final, resultó ser que estaban atadas dispuestas de una manera especial para que la dueña de la casa las ordeñara. Una vez hecho el trabajo, cogió el cántaro de leche y se fue a casa, mientras los niños corrían delante de los animales para meterlos en el corral. Para terminar el día y colorear los ojos del todo, pasamos por el valle del Jordán, donde kilómetros de verdes huertas nos explicaron, ¡al handulila! (gracias a Dios), de dónde venían tantos garbanzos.

domingo, 18 de abril de 2010

Viaje a Egipto

Hoy hace justo una semana que volvimos de nuestro viaje por Egipto. Ha sido toda una experiencia, en las que gentes, paisajes y sobre todo El Cairo no han dejando de impresionarnos. Hemos vuelto con montones de imágenes nuevas, no todas de nuestro agrado, pero que sirven para hacerse una somera idea de cómo es realmente este país.

Sin duda alguna, más que cualquier pirámide o paisaje, lo que más nos ha impactado es la pobreza del país. Si uno busca por Internet, verá que Egipto, pese a todos los turistas que recibe y las ayudas (sobre todo militares y económicas) que recibe de Estados Unidos y compañía, ocupa un lugar más que rezagado en los índices de desarrollo, riqueza y demás. Hombres y mujeres de más de 80 años mendigando –algo que en ninguno de los países de Oriente Medio habíamos visto hasta ahora-, niños de la calle que malean por las calles, suciedad omnipresente, alimentos que no invitan a uno a sentarse a la mesa cuando los ves y alguna cosa más conviven con unas gentes alegres y amables que dotan al país de una vitalidad fuera de lo común.

Porque si algo rebosa en Egipto es vida. Las riberas del Nilo, de un verdor y riqueza que le dejan a uno atónito; sus lugares turísticos, muchos de ellos milenarios; sus zocos llenos de hombres, mujeres y niños pululando entre miles de pequeñas tiendas; un tráfico que no cesa jamás y que con sus bocinazos compone la música de sus calles; las barcas iluminadas como una feria en las que bailan mientras navegan por el río; o los rincones escondidos para las parejas de novios que buscan un lugar donde contarse sus amores.

Todo esto, sumado a la vida de las calles comerciales, sus bares, restaurantes y cafeterías y los jardines que pueblan sus espacios –algunos realmente muy bellos- dotan de una vitalidad bestial a uno de los mayores y más populosos países africanos.

Sí que nos hemos sentido en ocasiones agobiados, pero si uno se toma la molestia de salirse de las rutas turísticas, de compartir transporte con ellos y de comer en los restaurantes a los que los egipcios acuden, se descubre una realidad y una gente que nada tiene que ver con la que se conoce desde el hotel de cuatro estrellas y el autobús que te lleva a todas partes o el crucero que te remolca por el río.

En fin, un viaje más que recomendable, aunque creemos que para conocer bien este país se necesitaría al menos un mes, pero toda aproximación merece la pena. Cairo, Luxor, Aswan, Alejandría y El Alaméin han sido nuestros destinos, los cuales os describiremos con detalle a la par que os contaremos cómo son sus gentes y lo que hemos llegado a atisbar de su cultura. Próxima entrega, El Cairo.

martes, 13 de abril de 2010

El "Jansinie"

El pasado lunes, hacia media tarde, la ciudad de Ammán se cubrió de arena. Es un fenómeno llamado “Jansinie” (o por lo menos así entendí que le llamaban) por el cual el viento arrastra polvo del desierto y lo desplaza cientos de kilómetros. Algunos de los granos de arena que por tuve la suerte de respirar incluso procedían de las dunas de Arabia Saudí, tierra del profeta. Si es que, si Mahoma no va a la montaña….

El caso es que no deja de ser algo curioso. Algún otro día ya habíamos visto algo semejante, pero el de esta semana fue el más intenso hasta la fecha.

Por lo que he leído, en otros lugares del Golfo estas tormentas son bastante molestas, no solo por la violencia del viento, sino porque provocan accidentes de coche, ciertos aparatos se estropean y demás. Aquí no deja de ser algo incómodo que te agobia un poco cuando subes escaleras y que te obliga a recoger la ropa tendida a toda leche sino quieres volver a tener que lavarla.

En fin, que mientras esperamos una tormenta de arena de las buenas, os pongo un par de fotos que saqué desde nuestra azotea. Lo que parece niebla es el polvo, y aunque tampoco es nada del otro mundo, pues ahí queda.

« Valido la inscripción de este blog al servicio Paperblog bajo el seudónimo jalash ».