jueves, 9 de julio de 2009

Por fin perros...


Ayer noche, por primera vez en cinco meses, oímos a un perro ladrar en la calle. Me recordó a la película Martín H, donde los argentinos recuerdan con nostalgia los silbidos de la gente en la calle y los techos de Buenos Aires. Según el Corán, el perro es un animal “impuro” o algo parecido. No llega a ser tan detestable como el cerdo, pero por sus babas, pelos y demás, está mal considerado, razón por la cual en la ciudad es muy difícil verlos (cuando se ven, normalmente son propiedad de cristianos).

Y así como no hay perros, te encuentras gatos en todos los rincones. Cualquier día sales del baño y te encuentras a uno corriendo en la cocina después de que te ha volcado el cubo de la basura para buscar algo de comer. Eso sí, como hay tantos, los tratan “como a perros”, así que en cuanto te ven se cogen las de Villadiego por si acaso.

Y hablando de bichos, algo que tampoco hemos visto nunca es a un rastas o un punki. La verdad que se les echa de menos, pero bueno, es que ahora andan todos por Pamplona para darle al jarrillo y perfumar el ambiente con sus esencias… ¡Viva San Fermín!

Otros de los “bichillos” que pululan por aquí son los iraníes. Resulta que en Damasco hay un par de mezquitas con ciertos personajes sagrados de su historia en ellas enterrados, y esta buena gente se viene hasta aquí pues en parte de vacaciones y en parte por religión. Están por toda la ciudad y se van a estas dos mezquitas a rezar y llorar, sobre todo las mujeres, que lloran a lágrima viva y se lamentan de la muerte de unos hombres que sucedió algo así como hace 1.300 años. En fin, religiones…

La cosa es que muchas de estas mujericas (encorvadas, cubiertas completamente de negro y que andan rápido) vienen a Damasco desde el campo iraní, y en su vida han visto unas escaleras mecánicas. Por eso, si uno se acomoda en la baranda del Zoco Alhamidiya, las puede ver todo dubitativas sin saber cómo funciona eso, poniendo el pie y quitándolo mientras se ríen y agitan nerviosas, muchas veces cogiéndose de los brazos y las manos las unas a las otras. La verdad que en ese momento están entrañables, como una abuela que ve por primera vez la televisión.Pero siempre llega algún cafre con prisas que les empuja de malas formas para poder pasar, momento en la que muchas de ellas desisten y abandonan su aventura para acabar subiendo por las tradicionales y cercanas escaleras.

Pues ya veis, fijándonos en tontadas todo el día. Por lo demás, Victoria ha estado todo el fin de semana en el pueblo de una amiga (en la que por cierto fue a una boda) y yo estuve de rodriguez por la capi, sin mayor novedad que la de confirmar que en la casa habitan un par de locos. En próximas entregas lo veréis…

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