jueves, 16 de julio de 2009

Un fin de semana alawita

El fin de semana pasado mi amiga (sigue siendo la única) me invitó a pasar unos días en su casa del pueblo en Latakia, localidad situada en la costa mediterránea siria. Ni corta ni perezosa me cogí el bus y me planté allí yo sola, ya que Ismael no fue esta primera vez. Pero después de conocer a toda la familia, vecinos y habitantes de pueblos cercanos, le han dado el visto bueno y está invitadísimo para futuras ocasiones.

La cuestión es que sin saberlo me encontré celebrando la boda del hermano de mi amiga. Y lo más curioso es que, tras haber estado en una boda drusa al sur del país, tuve que viajar hasta el norte para descubrir cómo son las bodas de los Alawitas, otra rama del Islam que predomina en esta zona de Siria y que me permitió descubrir también muchas de sus costumbres y forma de vida.

Tras pasar cinco horas en la peluquería, en la que las cuatro hermanas y servidora nos peinamos y maquillamos (ellas blancas como la muerte y yo morena conguito…) fuimos al restaurante, que estaba en la cima de una montaña, ya que toda la zona es verde y, agradecidamente, fresca.

La gente llegó y se sentó donde les parecía. En las mesas había comida y bebidas y nadie ordenaba cuando se tenía que empezar. Si tenías hambre, comías. Si tenías sed, bebías. Después de media hora, llegaron los novios en un coche lleno de globos y pijaditas varias y entraron atravesando un pasillo de espadachines, dieron una vuelta al ruedo, saludaron a los invitados y estrenaron la pista de baile. Acto seguido, toda la gente se echó a la pista a bailar dabki, mientras se seguía comiendo y bebiendo, pues cada cierto tiempo se sacaban nuevos platos.

Así, bailabas, comías y bebías, y sólo se rompió esta sucesión cuando se instaló una mesa en el centro de la pista, en la que se recogía dinero que la gente quería dar como regalo, y cuando los novios se intercambiaron algunos objetos de valor, momento a partir del cual, quedaron casados y se besaron, aunque con cierta reticencia por parte de la novia, que no quería que le diera un beso en los labios en público.

La fiesta y el fin de semana continuaron. Mientras tanto, hubo varios intentos de casarme con gente del lugar, pero mi gran amiga y defensora se interpuso y salió en defensa de Ismael. No me imagino sentada en un corazón de ese tamaño (4x4) y bailando con un vestido gigante (2x2)…

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