sábado, 16 de mayo de 2009

Invitado a una boda







Siguiendo con mi plan de conocer a fondo las costumbres y tradiciones de las gentes que pueblan estas tierras, el pasado miércoles acepté más que gustoso la invitación de mi amigo Ala’a de acudir como invitado a la boda de un amigo suyo.

Mientras que la crisis económica hace temblar y da vértigo a todo aquel que tiene más de tres bodas este año, aquí es completamente diferente. Quede por delante mi rechazo a las bodas religiosas (pese a lo bien que me lo paso en ellas) y, más que nada, a todo el circo que hay montado alrededor de ellas.

Según me explicaron de camino, en Damasco (que no en Siria) hay dos tipos de celebraciones. La primera de ellas es aquella en la que hombres y mujeres comparten el mismo espacio, hay cantante o un grupo, la gente come, baila e incluso llegan a beber alcohol. Como luego me dijeron, éstas son más típicas en otros pueblos y ciudades de por aquí (Lattakia, Hama…), pero no en la capital.

Pese a que se pudiera pensar lo contrario (mayor ciudad, mayor aperturismo), en el tema boderío Damasco se decanta por la otra escuela. En este tipo de celebraciones, los hombres tienen su fiesta y las mujeres la suya (por razones obvias, yo solo puedo contar cómo es la de los hombres). En estas, mientras el novio, su padre y sus hermanos van recibiendo a los invitados, un grupo canta canciones religiosas entorno a una mesa, acompañados en ocasiones por uno o dos tambores o timbales.

Voces fuertes y poderosas, ambiente respetuoso (aunque tampoco de misa, la gente habla y demás) y gente tranquila. Tras dos o tres canciones (largas, tampoco os penséis que son los S.A.), un seij (religioso similar al imám) pronuncia un sermón en el que, mientras los asistentes son agasajados con un zumo y unos pasteles, se refiere a los temas típicos para una ocasión como ésta: los niños, el amor de Alá y demás, nada que no hayamos escuchado nosotros en cualquiera de nuestras bodas.

Y tras esto, empieza la verdadera fiesta. El novio sale de la sala para volver a entrar en hombros de sus amigos mientras un grupo vestido con trajes típicos canta y baila. Le duchan con serpentinas y papelitos, baila ondeando una espada y, tras un rato así, lo posan encima de una silla. En este momento pasó algo que de verdad me sorprendió. El novio es desnudado por sus amigos (hasta quedar en calzoncillo abanderado y camiseta interior) y aupado hacia el techo, momento en el que todos pueden observarlo en su sonrojo extremo al tiempo que intenta no caerse y meterse un buen piñazo.

Después lo vuelven a vestir, en esta ocasión de gala (camisa blanca, traje y corbata), mientras que sus desaprensivos amigos lo van rociando con al menos cuatro o cinco perfumes diferentes. Al instante cruza un arco de espadas que previamente han formado los bailarines del brazo de su padre, y con esto, yo creo (porque tampoco es que esté seguro) que el novio pasa a ser todo un hombre que ha entrado en el mundo de los adultos de pleno derecho.

Nuevamente se escuchan canciones religiosas. Como colofón, más bailes moviditos y el novio otra vez a hombros. Le pasan la espada, la blande y ondea a diestro y siniestro y, en el momento en el que parece que el baile acaba, le pasan una pistola. Vuelve a ondearla al ritmo de la música y, antes de que ésta acabe, lo bajan (eso sí, no disparó ni un tiro, era un salón de bodas como cualquiera en España, con sus manteles cucos, sus sillas de madera, sus colores pastel, ramos de flores, altavoces y demás).

Para acabar, el novio y allegados despiden uno a uno a los invitados y, según me contaron, de ahí se va a buscar a la novia a la fiesta de hembras. Tras recogerla, pues lo que todo el mundo sospecha. Al catre y a procrear, que son dos días!!

Muchos matrimonios de los de aquí son por propia voluntad de los contrayentes, pero también hay una gran cantidad de ellos que son apañados o arreglados por padres y demás, pero esta cuestión la dejamos para otra ocasión.

En fin, que una tarde muy divertida en la que de verdad disfruté viendo un tipo de fiesta que, de verdad, no tenía ni idea de cómo podía ser. Por cierto, si no he hecho mención alguna a la ceremonia matrimonial es porque aquí eso se circunscribe a un breve momento en el que los novios, en compañía de los padres, reciben la bendición del seij en una oficina administrativa, en la cual, tras el asentimiento, firman en el registro que están casados y ya está. Pura sencillez. Espero poder disfrutar de una fiesta mixta en compañía de mi señora en un futuro. Adios!!

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