miércoles, 13 de mayo de 2009

Un día en el estadio
















El mismo día en el que el Manchester United se clasificaba para la final de la Champions League, Damasco vibraba con uno de sus equipos locales, el “Mayet”. En esta jornada futbolera, los sirios se la jugaban ante un correoso combinado indio que pretendía eliminar a los locales de la Asia League (algo así como la Champions, pero por estos lares).

Entre los asistentes, un espectador de excepción. Ismael Arana, en sus días tan mal jugador como lo es ahora, no pudo evitar la invitación de su compañero de piso danés de acudir a semejante evento, así que tras pagar el euro y medio de rigor que exigía el vendedor callejero de las entradas, cruzamos la puerta del circo romano de nuestros días.

El estadio, de un color marrón pardo, tiene el tamaño de uno de uno de Segunda B española. Cacheos en la entrada (no a nosotros, soy español, del barsa, blablabla) , pandillas de chavales corriendo de un lado a otro, sin asientos ni números, tambores, sonrisas y buen ambiente. Eso sí, ni una mujer, grande o pequeña, a la vista.

A los gritos de “Alá es grande”, “Bacher, Bacher” (nombre del presidente del país) y otros de apoyo a su equipo (pero que un presente no entendía), los equipos saltaron al césped. La charanga tocaba música, la gente animaba (que no insultaba ni se enfadaba) y el cartel de “Fair Play” del FIFA ondeaba sostenido por cuatro chavales en el medio campo hasta que el árbitro pitó el inicio.

Banquillos con agujeros remendados con telas y cello (no es celo?, navarricos, que siempre nos la meten…), dos orondos personajes con una camilla de la Segunda Guerra Mundial como auxiliares médicos, un foso que rodea el estadio, barbudos jovenzuelos vendiendo té y chocolatinas a los alrededor de 2.000-2.5000 asistentes y una cantidad inimaginable de policías y militares entre los asistentes, hicieron que me sintiera muy lejos de ese futbol-espectáculo que tenemos en Europa.

En fin, que para el novato lo interesante estaba en las gradas más que en el campo, aunque tampoco el juego desmerecía. Además, tras el gol de los sirios el ambiente aún se caldeó más y las sonrisas de los chavales hablaban de lo bien que se lo estaban pasando. Más canciones, bailes, aplausos y demás. Lástima que llegara el descanso y los acompañantes de éste que escribe quisieran ir a un pub a ver a Ronaldinho, Cesc y compañía.

¿El resultado? Ni idea….(¿y qué más da?)

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