jueves, 11 de junio de 2009

Un chiste damasquino

Saben de aquél que diu que estaban un grupo de sirios cabreados por unas caricaturas de Mahoma cuando sucedió lo siguiente. Este grupo, molesto y enfurecido por lo que ellos consideraban una afrenta a su religión y su profeta por parte de un periódico danés, decidió que no bastaba con mostrar su repulsa con una simple manifestación, así que decidieron acudir a la embajada danesa para darles su merecido.

Nadie sabía exactamente dónde se hallaba situada, hasta que un lumbreras que pasaba por allí les indicó el camino. El tumulto siguió a su mesías hasta un edificio de tres plantas localizado en un barrio de la capital siria.

Entonces, la gente se arremolinó entorno a la primera planta del edificio, momento en el que se rompieron ventanas, se arrojaron piedras y se destrozó parte de la oficina. Y en esas estaban cuando uno de los allí presentes se dio cuenta de que la planta que estaban martirizando no era la embajada danesa (nadie conocía con exactitud el color y la forma de su bandera), sino la de Bélgica o Noruega (aquel que nos cuenta los hechos no está muy seguro a este respecto).

La marabunta, en vez de amilanarse, se envalentonó, y atacó con energías renovadas la segunda planta del edificio, en la cual, esta vez sí, estaban seguros se encontraba la embajada escandinava.
Pues bien, ¿no es bien cierto que los humanos somos los únicos animales en tropezar dos veces con la misma piedra? Pues los sirios no son menos, y tras arrasar la segunda planta del edificio, otro de los asistentes a la fiesta vio que esa tampoco era la embajada que buscaban, sino una oficina normal y corriente.

El resto, os lo podéis imaginar. El método del descarte es muy bueno, así que ya solo quedaba por atacar la tercera planta, que en esta ocasión, si que se trataba de la perversa embajada danesa, a la que dieron similar escarmiento que a las anteriores.

En fin, que hay que ser burrico. Eso sí, según nos han contado, el gobierno sirio no se libró de tener que pagar por los destrozos infringidos por su gente, que Hacienda somos todos.

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