martes, 2 de junio de 2009

Brindo por Siria




Desde el mismo momento en el que, a los tres días de llegar a esta milenaria capital, vimos una licorería en los que las más selectas bebidas espirituosas estaban al alcance del bebedor, nos dimos cuenta de que nuestros temores de abstinencia cervecil y demás licores eran completamente infundados.

Pese a que alrededor del 80 por ciento de la población siria es musulmana, podemos afirmar sin equivocarnos que el consumo de alcohol está más que extendido y aceptado por la sociedad local. Ya en la primera fiesta a la que acudimos, sorprendidos quedamos por las soberanas cogorzas que llevaban numerosos sirios, iraquíes, palestinos y demás gentes del Oriente Medio.

Con esto no queremos decir que aquí todo el mundo beba, ni mucho menos. Pero sí que esa concepción que tenemos de que el alcohol es algo totalmente ajeno a esta cultura es algo erróneo.
Al igual que la hipocresía galopante practicada por una gran parte de los católicos respecto a los mandamientos del Señor (véase el no embriagarse, no robar, no engañar y demás principios que en la vida diaria multitud de los asistentes a las misas dominicales se pasan por el forro), muchos de los musulmanes relajan sus prácticas religiosas en determinados ámbitos, entre los cuales el consumo de alcohol se lleva la palma.

Desde la cerveza nacional (Barada), a las de importación (Efes turca, Estela egipcia, Budweiser checa, Almaza libanesa e incluso Foster’s austrialina) o a la bebida nacional, el arak, todo tipo de bebidas están a la venta.

Mención especial merece ésta última, sorprendentemente parecida al Pastís francés. Líquido blanco anisado de 50 grados que debe ser escanciado en dosis no muy grandes y mezclado con agua, al contacto de la misma pasa a convertirse en una pócima lechosa pero de sabor agradable. Sirios y foráneos lo deleitan en numerosas ocasiones, y en caso de falta de vajilla, hasta un plato puede servir de recipiente para disfrutar de su refrescante sabor.

En fin, que aquí (y en Líbano, en Turquía,….) se puede disfrutar de una buena copa en casi cualquier momento y sin peligro alguno (aunque también es cierto que en muchos restaurantes no las hay, y en otras si pero no viene en la carta).

El problema, el precio. Es un producto caro en comparación con el resto de las cosas, y hay sitios en los que incluso es más caro que en España. Una lata de medio litro vale como una litrona en nuestros supers, pero bueno, siempre cae alguna a lo largo de la semana. Resumiendo, que esto no es el casco viejo de nuestras ciudades pero tampoco un centro de rehabilitación. Y como decía Calamaro: “ Desde un rincón del mundo…. Brindo contigoooo….¡Salud!!”

En la próxima os contamos una de bares.

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